Cada obra tiene su propio tiempo. Curiosamente, dentro de la música regida por los ritmos de la industria ese tiempo no se condice con el valor real de la creación (sino con una lógica del mercado); esto limita lo que podemos pensar como producción y variación. Ha sido la música experimental, especialmente, la que ha desarmado esos modelos y variables; la extensa discografía de Alan Courtis es un buen ejemplo de ello. Courtis parece estar siempre trabajando en varias cosas, lo que le ha permitido a lo largo de tres décadas construir un corpus de creaciones impresionante; no obstante, dentro de ese corpus cada trabajo particular tiene su ritmo y su momento. Buchla Gtr, un LP doble lanzado a finales del 2018 por el sello sueco Firework Edition Records, sirve de ejemplo para analizar el proceso y manera de composición que ha ido desarrollando durante estos años.
La génesis de este trabajo comienza hace casi 5 años cuando Courtis participó de una residencia en el EMS (ElektronicMusikStudion en Estocolmo): "Fueron 5 días- comenta- a finales de febrero/principios de marzo del 2014. Lo que traje en un disco rígido era una considerable colección sonidos grabados pero sin una estructura del todo cerrada. Así que el proceso de composición propiamente dicho lo hice en mi estudio en Buenos Aires; la verdad tenía tantos proyectos por terminar que recién en 2015 puede empezar con éste. Hay discos que tardan más que otros y en este caso estuve como dos años trabajando con este material hasta que quedé conforme.
Durante la residencia tuvo la oportunidad de trabajar con un Buchla modular synth parte de la serie Buchla 200 diseñada por el mítico Donald "Don" Buchla en los años 70. No obstante, una de las particularidades de este equipo puntual es su tamaño que lo convierte en uno de los sintetizadores modulares más grandes de Europa. "Hay que tener en cuenta que hay muchísimos compositores que grabaron con este sintetizador por lo que implica bastante trabajo encontrar algo que tenga vida propia. En mi caso probé varias cosas, pero claramente lo que más me gustó fue cuando mandé la señal de la guitarra eléctrica al Buchla porque ahí empezaba a pasar algo; es decir los sonidos de la guitarra afectaban a los osciladores y en algunos pasajes se hacía difícil entender exactamente qué afectaba a qué. Esos fueron los mejores momentos sin duda porque ahí aparecían sonidos inesperados que parecían venir de otro lugar".
La necesidad de esa búsqueda que comenta Courtis es importante; a pesar de la especificidad del Buchla del EMS, este tipo de sintetizador tiene una larga historia y ha dejado huellas importantes en la música electrónica, la interacción que encontró Courtis con el equipo, a través de su guitarra, escapa de esa ruta. Lo que propone en vez, es un dialogo entre un sintetizador monumental y una guitarra eléctrica con Alan funcionando como mediador en una secuencia en la que la idea de quién lleva las riendas se vuelve borrosa; él mismo reflexiona sobre esto: ¿cómo es que alguien llega a expresarse a través de miles de cables y circuitos? Eso sigue siendo un completo misterio.
No obstante, el proceso no terminó con las sesiones; las grabaciones irían tomando forma durante los siguientes años en un proceso lento en el que el material registrado iba a ir transformándose. "Armé las composiciones con fragmentos de distintas sesiones, incluso en algunas partes hay simultáneamente más de una sesión sonando. Componer con este material un año después fue otra instancia porque casi ni me acordaba qué había grabado, así que eso me daba la suficiente distancia como para escuchar qué ofrecían los materiales y estructurar las obras a partir de esta escucha. No importaba tanto mantener entera la sesión de tal día, sino descubrir qué sonido podía funcionar con tal otro y así, sin apuro, fui armando las composiciones. Pero de hecho ni siquiera usé todo el material, creo que el disco doble refleja bastante bien los mejores momentos de esta residencia, pero tengo más material grabado que veremos en qué termina transmutando."
Esa transmutación puede verse tanto en el resultado (por ahora) final: cuatro piezas que se acercan a los veinte minutos cada una en las cuales la guitarra va sacándole todo tipo de sonidos al sintetizador Buchla; pero también puede verse en otras grabaciones que desde hace un tiempo andan dando vueltas, como un pequeño fragmento del 2014 que apareció en una selección hecha por Courtis para la revista The Wire. Al contrario de otros casos, esta primer forma puede no ser la última.
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