La música de Antonio Duarte siempre tiene algo mágico, puede ser la sencillez con que poetiza eventos personales o tal vez lo honesta que resulta su propuesta- Y es que en un mundo cada vez mas tecnológicamente perfeccionista donde la música brilla por su falta de defectos (creo también por su falta de alma) hay que tener ganas para defenderse con una sola guitarra de palo y la voz desnuda. Duarte ya intento un poco de todo, desde la poesía en la que supo destacar a su manera a la música en la que ha explorado cosas que podrían tomarse como punk, especialmente en sus proyectos Los Fjuith y Linares 9 . Sin embargo, siempre que agarra la acústica logra algo único, personal y como ya dije mágico.
Desde el lanzamiento de Leña en el 2014 no hubo mucha nueva música bajo este formato, si hubo alguna incursión en el vídeo con proyectos como la versión audio-visual de Leña en donde cada canción iba a ser plasmada en un paisaje de la región (proyecto que creo no se completo pero del cual quedo una buena cantidad de vídeos). Para llenar esa ausencia hace poco este artista de Valparaiso lanzó hace poco dos nuevos discos casi en simultanea, los cuales al menos parecen haber surgido también de un modo bastante espontáneo sin mucha premeditación previa. "Lincay" y "Las marejadas" nacen en los últimos dos meses ambos en distintas sesiones de grabación hechas en lugares distintos.
El instinto básico llevo a que en una sola tarde Antonio Duarte grabara las 7 canciones de Las Marejadas en Susurro Ensordece (donde surgieron tantos otros discos geniales de los últimos años en esa ciudad como Cosmogonia de los Valles de Flores de Bach o Otoñal de Fotogramas) con un enfoque ligeramente mas profesional que su disco hermano, la inspiración principal de estas canciones parece ser el mar. A su lado los personajes parecen volver como atraídos por un imán visible y omnipotente. La portada muestra a Duarte junta a su hermana en una foto de infancia ¿son estos recuerdos de esa época? por algún motivo creo que este es un disco mas sobre la vida adulta y sobre la añoranza por lo simple que fue todo alguna vez.
"Lincay" tiene también una foto familiar solo que fuera de tiempo, en ella la abuela de Antonio nos mira con un rostro imperturbable casi sin pensar que ese momento quedará para siempre. Teniendo el doble de canciones y habiendo sido hecho en viaje entre Alemania y Francia con un micrófono al aire y una computadora, Lincay (bautizado por el nombre de un poblado de la Isla de Chiloe donde nació el abuelo del artista) juega con el paso del tiempo. En algunas canciones Duarte parece tratar de recrear recuerdos no vividos casi como historias propias: desde los inviernos al pie del mar a las fogatas al abrigo de los bosques. Este disco tiene mucho en mi opinión de la tradición oral de los pueblos antiguos; es también donde mejor se puede apreciar la excelente técnica de Antonio con la guitarra: canciones cortas, con letras cargadas de poesía simple que como en "todo este cielo en ti" o "Las Avenidas" rematan en punteos intensos.
En cierto modo el papel del artista es también desligarse de lo personal y tratar de plasmar sentimientos que van mas allá de sus propios sentidos, por eso la versión del tema que este año lanzó Francisco Pereira titulada "A casa" cobra en su voz y estilo otras dimensiones. La idea de Antonio Duarte no solo es transportarnos a otro lugar sino a otra época donde la llegada de lejos de alguien aun era una noticia (Las Avenidas) y donde los pactos aun tenían peso (Felix). Dos discos que reivindican el papel del cantautor latino americano ese personaje que muchos parecen querer olvidar.
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